El packaging de los vinos ni empieza ni termina con la etiqueta de la marca.
En primer lugar, el diseño de la etiqueta requiere unos valores con los que la marca quiere que se la identifique: tierra y mar, como en la DO Rías Baixas, por ejemplo.
Hay que comprender que quien vende vino no sólo promociona el líquido que la botella contiene, sino la tierra y las cepas que produjeron las uvas y el proceso de elaboración.
Las etiquetas han sido cosa ajena al departamento de Marketing hasta hace relativamente poco. Entre tanta variedad de vinos, parece que hay que destacar por la presentación antes que por las propiedades organolépticas del producto.
Efectivamente, esta es una estrategia de diferenciación. Pero, ¿ qué pasa si no hay correspondencia entre la imagen de marca y la identidad territorial de la misma? Los creativos publicitarios desdibujan en ocasiones esos límites geográficos imaginarios e innovan más allá de ellos.
Por ejemplo, un vino español llamado «Loco» está cubierto en la práctica totalidad de la botella por una camisa de fuerza. La expresividad de la imagen es extraordinaria. Pero hay otros casos en que el «storytelling» detrás del nombre de la marca se explica y queda reforzado por el packaging.
Éste es un caso claro de diseño coherente con el nombre e identidad de marca. Hay otros que no parecen corresponderse ni con la ésta ni con la identidad territorial, incluso ni con la identidad corporativa. Por ejemplo el siguiente diseño, cuyo creador afirma que la historia del viñedo es «redundante».
El packaging incluye por lo general los valores de la marca, del territorio, de la empresa, el diseño de la botella, de la etiqueta, del embalaje para packs y de muchos otros factores. La creatividad y el diseño no lo son todo. A mi me gusta más el diseño de Poseidon que de Lynch-Walker.
Y vosotros, ¿qué opináis?
Autor: Buenvinogallego